Apenas él amaba su cuerpo, a ella se le estremecía el alma y caían en gotas, en salvajes esferas, en sustancias exasperantes. Cada vez que él procuraba relamer sus piernas, se enredaba en un gemido quejumbroso y tenía que contenerse de cara al orgasmo, sintiendo como poco a poco las rodillas se separaban, se iban correspondiendo, relacionando, hasta quedar tendido como el agua del mar a la que se le han dejado caer unas paladas del barco. Y sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella se mojaba los labios, consintiendo en que él aproximara suavemente su virilidad. Apenas se revolcaban, algo como un escorpión los asustaba, los estremecían y susurraban, de pronto era el final, las estrofas brotaban de las métricas, el jadeo bullicioso del orgasmo, los esfuerzos del muchacho en una sobrehumana agonía. ¡Acabé! ¡Acabé! sudorosos en la cima del mundo, se sentían mal, perdidos y mareados. Temblaba la tierra, se vencían las piernas y todo se resolvía en una profunda paz, en besos de muchísimas horas, en caricias casi crueles que los transportaban hasta el límite de las palabras.
martes, 18 de septiembre de 2012
Traducción Libre- capítulo 68- Rayuela
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